Vicki y Richard trotamundos del buen hacer

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Foto 2 No podiamos perder esa sonrisa

 Un encuentro de beisbol entre Pinar del Río y Villa Clara es como la pelea entre la araña y el caballito del diablo, pero entre una villareña y un vueltabajero, es todo amor y bondad, por eso quiero hablarle de ellos.

Su bondad escapa más allá de las misiones internacionalista, el recinto de su trabajo y el barrio, donde cuando llega un cake a su hogar es difícil que Melissa, Lucas o Carlitos se queden sin su porción, ellos son los eternos amigos de todos.

Ella estuvo de misiones en Belice, Antigua y Barbuda, Zimbabue… y él, en esos dos últimos, más en Etiopía y Botsuana, pero preferimos contarles de aquí.

Foto 3 En una de sus misiones en el exterior

Vicki y Richard no están ausentes de la Covid-19, pero de manera diferente, enfrentando la epidemia para que sus pacientes, enfermos con cáncer, no se contagien y puedan recibir los tratamientos adecuados… ustedes deben suponer los cuidados especiales necesarios; ella como enfermera asistencial del Hospital III Congreso y él en la Unidad Oncológica, supeditados ambos al Abel Santamaría.

Su denominador común es la enfermería; su identidad el amor; la coincidencia, revolucionarios y la síntesis de ambas vidas: hacer el bien en Cuba y donde reclamen sus esfuerzos.

Bella vida

Es una historia bonita y seguro querrán conocerla… se conocieron en La Habana, formalizaron el matrimonio y escogieron Pinar del Río para hacer su vida, pero vayamos por parte.

María Victoria Enríquez Santana hace mucho era una joven del campo en la provincia de las Villas, de joven pasó para la ciudad de Santa Clara con sus padres Máximo Enríquez y su Alejandrina Santana (ambos fallecidos) y su pasión desde niña fue inyectar a sus muñecas, lo que la condujo a los estudios de Enfermería, en la que se hizo licenciada y trabajó en el hospital Ginecobstétrico Mariana Grajales, de su ciudad.

5 Quien no los conoce en el III VCongreso

Con 40 años en la profesión, rememora que en 1998 en La Habana conoció a Richard, su esposo, y … bueno, esa parte de la historia nos la cuenta Ricardo Rojas Martínez, hijo de obreros, que nació en Pinar del Río, pero de pequeño vivía en Isabel Rubio, en Guane.

Hermosa infancia

“Tuve una infancia bella -relata-, con la escuela a solo metros de la casa, mis padres trabajando cerca; mi papá Ramón Rojas Álvarez (fallecido) muy revolucionario, militante de las filas del Partido y mi mamá Hildelisa Martínez Gonzalez, muy fuerte y trabajadora, que reside en el poblado de Isabel Rubio.

“Hace 36 años que soy enfermero, mis primeros estudios de preuniversitario fue en el Panchito Gómez Toro, de Sandino y después de bachiller fui para la Isla de la Juventud a formarme en el Politécnico de la Salud Giovanni Ardizzone. Sí, sí, con doble z, es el nombre de un joven italiano”.

6 Serio responsable servicial esas son sus credenciales

Lógicamente acudí a Internet y completé la idea: “El 27 de octubre de 1962, en una manifestación en defensa de la Revolución cubana, fue asesinado en Milán, en Castano Primo, una pequeña ciudad de la región de Lombardía, al norte de Milán, Giovanni Ardizzone, de 21 años y estudiante en la Facultad de Medicina y Cirugía en la Universidad de Milán, el segundo año de la carrera; hijo único de un matrimonio de especialistas en Farmacia, y con arraigo comunista.

Aclarado el tema, el entrevistado cuenta que retornó a Pinar del Río en el año 1985; fue ubicado en Mantua, luego en 1991 lo trasladan para Guane y 2004 para Pinar del Río. En ese ínterin fue delegado del Poder Popular por dos años, y al llegar a la ciudad se incorporó por poco tiempo en Efectos Médicos y después para el III Congreso, donde hace dos años lo destinaron para la Unidad Oncológica, donde felizmente se desempeña como enfermero general.

Y volvamos a La Habana: “Nuestro amor comenzó en La Habana; yo tenía muchos amigos villaclareños por las anteriores misiones y durante un curso estaba ella, precisamente para viajar, confraternizamos, noviamos y aquí estamos, hace 23 años en Pinar del Río.”

Como los ven

Para que no solamente valga lo mío, les ofrezco a los lectores tres opiniones: doctora María del Carmen Giniebra, directora del III Congreso: “Vicki y Richard son unos grandes trabajadores; internacionalistas, muy dedicados y responsables; es una pareja muy querida en el centro y respetada, el criterio de la dirección es el mejor. Y de los pacientes qué te voy a decir, el día que Vicki no está, los pacientes enseguida vienen a averiguar qué pasa, es increíble como la quieren y la cuiden”.

“Ese el matrimonio más lindo del mundo, exclama” Rosa Cruz Goenaga, la administradora del centro y antes cerrar, Idalmis, la técnica de recursos humanos, tuvo palabras de elogio, porque de verdad los quieren muchos.

En la plática, Vicki expone, “Nos dedicamos a pacientes oncológicos, ellos tienen un tratamiento especial, ellos no van para su casa hasta que terminan los procederes y eso obliga a medidas de bioseguridad rigurosas, para evitar el contagio con la Covid; hemos tenido casitos, pero hemos aplicados las medidas y hemos avanzado sin problemas

En las misiones ella siempre va para el área clínica y Richard ha sobresalido por sus habilidades en instrumentales de salones de operaciones, que en otros países lleva otras responsabilidades, son más exigentes y tienen hasta que cumplir con las entrevistas de los pacientes sobre la anestesia.

Son una familia altruista, durante las misiones hemos hecho muchas aportaciones voluntarias en dinero para desastres naturales, círculos infantiles y para niños sin amparo filial.

Y como aclara él, “Tenemos muchas amistades, no solo aquí en la provincia, recuerda que como Artemisa formó parte de este terruño y todavía el programa de atención del paciente oncológico de San Cristóbal, Candelaria, Bahía Honda se mantiene entrelazado con nosotros.

Lo que ofrece la medicina cubana

“Esta enfermedad establece una relación muy íntima entre paciente y profesional; ellos llegan por vez primera como si el cielo les fuera a caer encima; un motivo para que le brindemos el apoyo incondicional y llegamos a una relación realmente familiar.

“El tratamiento psicológico es importante, ellos llegan tan heridos por las cosas que han oído y lo que habitualmente se comenta sobre la enfermedad, que necesitan mucho apoyo para revertirlo. El personal de enfermería permanece mucho junto a ellos y hay que ayudar a eliminar las causales, como la bebida, el cigarro y la forma de evitarlas, como otros hábitos de vida”.

Y Vicki contaba, a modo de ejemplo, la diferencia de la atención de la salud cubana y la del exterior, o más bien la actitud humana en otros países. En uno de los lugares donde trabajé, recibí en mi sala a una paciente, tenía fiebre, casi deshidratada; la pasé la mano por el pelo – actitud muy maternal de los cubanos- le toco la frente y le pregunto cómo se sentía, ella quedó abismada, impresionada, porque dijo “en mi país ni los médicos ni las enfermeras jamás tocan al paciente”, están tan deshumanizados que los ven como un material de trabajo y no como una persona.

“Esa simpatía es lo que agrada, psicológicamente es muy valioso, incluso ayuda en el tratamiento, le devuelve la confianza al enfermo ayuda, pero para mí, si no te veo, te toco y te siento me veo más distante.”

En resumen, estos razonamientos le hacen pensar que la medicina cubana triunfa no porque exporta un servicio comercializable, sino que lleva un “valor agregado” de amor, humanismo, sensibilidad y simpatía, porque el personal de salud más que con enfermos, trabaja con seres humanos.

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