Es comprensible que así sea, que los barrios sean lugares apacibles, que no los perturben con el ruido excesivo ni el riesgo de perder las prendas en una tendedera, porque algunos indolentes con su accionar desestabilizador, se les /ha dado en llamar indisciplina social.
No creo que sea correcto el apelativo de social, cuando ese es el resultado de comportamiento de algunos inadaptados que molestan o delinquen y no hay por qué culpar a la sociedad íntegramente.
Muchas de las llamadas indisciplinas son infracciones y algunas van más allá y rayan en el delito, por eso hay que combatirlas, pero no creo que el delegado sea el indicado para hacer lo que le toca a las instituciones de control y regulación.
Es bueno que se ventile el asunto en la reunión de vecinos, pero no para tratar de resolverlos con los CDR y las demás organizaciones de masa, sino con los organismos que regulan el orden en la sociedad y con los que imparten justicia, porque no es buscar el resultado de un día, sino una acción que perdure.
En el control del ruido quizás se pueda contar con la contribución de las organizaciones, porque esos mismos ruidosos forman parte de ellas, aunque cuando los indisciplinados son mayoría, ya se pierde el esfuerzo de la organización y entonces nuevamente hay que acudir a los organismos de control.
El desorden no ayuda en los nobles empeños de la convivencia, máxime cuando hemos dado una connotación especial a este proceso de rendición de cuenta, por ser el último del mandato y por la proximidad de elecciones que se deben preparar con saludable comportamiento por parte de todos.
Cuba es una vitrina en la que todos se fijan. El crecimiento del turismo foráneo lo justifica, entonces qué país queremos brindarle al visitante, si no somos capaces de poner las cosas en su lugar, no es una idea abstracta, sino que el reclamo de cada vecino: vivir en paz.
Ramón Brizuela Roque.
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