Una ola de pueblo multicolor, serena expresión de emociones contenidas, llegó al cementerio municipal de la capital pinareña, para rendir homenaje de profundo reconocimiento y gratitud al Lugarteniente General Antonio Maceo y Grajales, uno de los más extraordinarios héroes de la lucha por la independencia del yugo colonial español, caído en combate hace 121 años.

Ello se extendió a su joven ayudante Francisco Gómez Toro, por su patriotismo y lealtad, muerto junto al Titán de Bronce quien fue además el principal protagonista de la histórica Protesta de Baraguá que revindicó la lucha emancipadora de los cubanos ante el infame Pacto del Zanjón que propiciaba la rendición de las tropas mambisas.

En esta oportunidad se rememoró además la Operación Tributo de hace 28 años, de hondo sentido revolucionario y patriótico, cuando se recibieron a los caídos en el cumplimiento del deber internacionalista en tierras africanas, saldando una deuda de gratitud con la humanidad, como afirmara Fidel, a quien igualmente se recordó a un año de su desaparición física.

Más allá de las representaciones culturales y la expresión oratoria del momento, estuvo la presencia eterna de Martí recordándonos una y otra vez que cuando se muere en brazos de la Patria agradecida, la prisión se rompe y empieza con el morir la vida.

Eso fue: un encuentro de nuestras propias vidas y sus raíces, en una Cuba nueva que ellos ayudaron a forjar y defender con tanto amor, empeño y sacrificios.