Puerto Esperanza, Pinar del Río, cinco de la tarde: Los hombres vuelven de la mar, con un pedazo de sol pegado a los hombros, el salitre ardiendo en las grietas de los rostros y las palabras oliendo a alcohol. Las mujeres van a casa con las jabas medio llenas o medio vacías. A esa hora todos en el pueblo regresan de hacer algo.