Héctor y Valeria tienen 9 y 7 años respectivamente; viven en el tercer piso de un edificio multifamiliar en el consejo popular La Sabana, en Minas de Matahambre. Están acostumbrados a acudir a los bajos de la instalación, en las tardes después de realizar sus tareas escolares para jugar con sus amiguitos.

Pero desde hace varios días ante la amenaza de contraer el nuevo Coronavirus, estos niños tuvieron que renunciar a ese placer.

Convertirse en verdaderos pistoleros, hacer de mamá y papá, esconderse mientras otro realiza conteo o sencillamente rodarse loma abajo, sobre una lona, juegos tradicionales de su preferencia están por ahora suspendidos.

"Al principio me fue bastante difícil porque ellos no entendian por su edad, es algo que no ven y no pueden asimilar, pero les expliqué, los puse a ver las informaciones en la televisión para que se convencieran y así logré controlarlos", manifesta Danay Pérez, mamá de los niños.

Convencidos con disímiles argumentos, los niños admitieron el encierro.

Valeria es inquieta, voluntariosa, pero no obstante obedece el mandato de la madre:

"Quiero ir a jugar, pero no puedo por la enfermedad esa, me fatigo mucho y tengo que cuidarme", confiesa adelantándose casi a mi pregunta, mientras Héctor explica cómo se entretienen con "cualquier cosa, con películas y animados".

Para él ahora las clases en la tele son una novedad sin embargo con la ayuda de mamá puede comprender mejor y hacer sus tareas.

Ellos fueron los primeros en la vecindad en sumarse al aplauso que cada noche a las nueve le dedican en toda Cuba a los médicos cubanos que en otras tierras del mundo y también en la nuestra combaten con valentía a la Covid-19.

Estos niños bien cuidados en el hogar estarán reaguardados del Coronavirus y pronto cuando todo pase podrán de nuevo diafrutar sus juegos preferidos, volver a la escuela y abrazar a su abuela Ana que tanto les extraña.