La siembra de cultivos de ciclo corto, tanto en viandas como en hortalizas es puntual por estos días. Tras los daños ocasionados por los eventos meteorológicos de los últimos meses, es decisivo hacer de la tierra el centro de atención en aras de garantizar el autoabastecimiento alimentario.
Pienso que el reto puede vencerse si participan todas las estructuras de producción. Es una cuestión de compromiso por parte del campesinado. Ellos son ahora los protagonistas máximos de la sociedad. En ellos está la solución a una de las problemáticas esenciales que aqueja al territorio.
Las lluvias interrumpieron la dinámica comercial que ya venía lográndose. Era perceptible la venta de yuca y plátano en los mercados, una forma de favorecer la alimentación del pueblo, sin embargo en la actualidad casi es nula la propuesta de mercancías en estos establecimientos.
Opino, que no solamente los anapistas debieran intervenir en el proceso recuperativo. El asunto reclama la participación voluntaria del resto de los trabajadores que integran otros sectores no vinculados a la agricultura de forma directa. Es la hora de la convocatoria masiva, regresar a los trabajos voluntarios que tanto aportaron en las primeras décadas de la Revolución.
Creo que la agricultura urbana, suburbana y familiar puede tomar la delantera en este escenario y brindarle al pueblo una oferta rápida de productos que aliviarán la escasez de otros ausentes en la mesa. El aprovechamiento del tiempo para resarcir las afectaciones es una cuestión irrevocable.
Trabajar con sentido de pertenencia, convencidos que solo los mineros pueden procurar alimentos a sus propias familias y por consiguiente al municipio será el motor impulsor para salir de la presente crisis.
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