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Yaquelín Bouzón Pujol está contenta porque el círculo infantil Cochero Azul, en el que ella labora desde hace muchos años, hoy luce hermoso, luego de una reparación general.
Ella es educadora de la Primera Infancia desde hace 12 años y el día que conversó con nosotros tenía otro motivo para celebrar: su graduación como licenciada en la especialidad.
Toda esa alegría nos la transmitió en la entrevista, por ella supimos que primero fue auxiliar pedagógica, y que gracias a su preferencia por la profesión y a su afán por los estudios es que logró superarse cada día.
“Amo este trabajo, porque como escribió Martí los niños son la esperanza del mundo y son los que saben querer”.
En su grupo de quinto año de vida tiene 36 niños, de ellos 19 varones y 17 hembras.
“Me encanta estar cerca de los niños, es una profesión de mucho amor”, nos dice con suavidad en el hablar esta pinareña, acostumbrada a ser pausada y generosa en su trato.
FAMILIA Y ESCUELA
Yaquelín es de las educadoras que le da mucha importancia a la relación que debe existir entre la escuela, la comunidad y la familia, y también a conocer bien a sus alumnos, pues es indispensable en el éxito del proceso docente.
“En cuanto comienza el curso hacemos una caracterización del grupo y vemos todas las afectaciones que tienen los niños; y en el caso de que presenten alguna, hacemos un trabajo preventivo, a partir de un acercamiento con la familia, entonces se les da atenciones diferenciadas y se realizan actividades conjuntas en las que explicamos a los padres cómo llegarle a los pequeños.
“He tenido que contar con las familias, incluso han cooperado en la reparación del círculo, ellos han servido de mucha ayuda, porque son padres maravillosos, que cuando uno les dice que sus hijos tienen un problema, ahí están presentes y prestos para cooperar
“Incluso en este tiempo de pandemia que trabajé con los niños a través de hojas de trabajo, me pude percatar en la primera actividad conjunta que los niños estaban muy bien, es decir que la familia trabajó, lo que quiere decir que funcionó bien el vínculo con la institución”.
Los años que lleva en la profesión le dan la posibilidad de que muchos que fueron sus alumnos hoy son jóvenes que enrumbaron sus vidas y estudian diferentes carreras o ejercen diversos oficios.
“Lo que más me gusta es cuando me dicen “Tita Yaque”, y me da tremenda alegría, porque sé que nosotros sembramos una semilla, para que fructifique y sean personas de bien, y para mí es maravilloso.
“No recuerdo alguna anécdota en específico, porque es que todos para mí son importantes y los amo. Pienso que un educador tiene que ser ante todo humilde y tener sentimientos por su profesión, además ser un evangelio vivo, un ejemplo en todo”.
La maravilla de su paciencia y de su amor también la lleva al hogar con sus hijas, nietos y con su esposo Luis González. Ellos, su familia, tienen que ver mucho con esa semillita de ternura que Yaquelín deja bien impregnada en cada uno de los niños, para que germine en el futuro y sean mejores seres humanos.

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