Hace unas horas todos fuimos sorprendidos por la muerte de Pedro Pérez Dueñas, un pinareño intrépido y amante de los grandes desafíos. El 5 de agosto de 1971 el triplista vueltabajero llenó de gloria el universo con un histórico vuelo de 17 metros y 40 centímetros.

El impresionante registro puso en guardia al atletismo y sus millones de seguidores durante los VI Juegos Deportivos Panamericanos de Cali, Colombia. El negrito de Pinar del Río impactó los cinco continentes y paso a ser un famoso desconocido. Antes de la coronación, los propios medios de comunicación nacionales no pronosticaban la hazaña de un joven, hijo de padres campesinos, que conoció la pobreza en tiempos duros y borrascosos.

Pero nada de eso amilanó sus esperanzas, Pérez Dueñas, cultivó su genio y se erigió héroe. Entre lejanos recuerdos, andan vivos los tiempos que dedicó al baloncesto, antes de ser captado por maestros visionarios, que le dijeron, “tú serás triplista y tocarás el cielo con las manos”.

Aprovecho este momento de miramiento al amigo desaparecido físicamente, para recordarlo cundo se desempeñaba como médico de los equipos pinareños en Series Nacionales y Selectivas de Béisbol. También lo observo en la primera fila, cuando Vegueros fue Campeón de Cuba y escaló el Pico Turquino (año 1986).

De esa travesía por la legendaria Sierra Maestra, que duró tres días, nuestro compañero Ferrer Pimienta, guarda interesantes anécdotas, incluso con el propio Pérez Dueñas. La vida deportiva de este gran héroe fue corta, muy perseguido por las lesiones. Con 27 años se apartó para siempre de los estadios, sin una presea olímpica en vitrina, pero convencido que sus marcas fueron de la élite mundial.

Los grandes se recuerdan sin llantos, porque son la obra perfecta que la historia jamás borra. Sus escrituras son firme testamento que nunca nos apartará de dónde venimos y hacia dónde vamos.

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