Nombre que desde la toponimia española alude al espacio geográfico en que se asentaron los primeros pobladores, es uno de los territorios más privilegiados por su variedad de recursos naturales y tradiciones culturales.

Esta ciudad, se presenta modesta, neoclásica, ecléctica, con una mezcla de portales con columnas rematadas en capiteles, criollísimas tejas rojas, ventanas y puertas a dos hojas.

En 1859, se transformó en villa y dado el desarrollo que alcanzó, el 10 de septiembre de 1867 se le concedió por “Real Decreto de la reina de España, Isabel II”, el título de “Ciudad” a Pinar del Río. El 9 de julio de 1878, queda conformada la provincia de igual nombre.

A 60 km de la ciudad se encuentra este refugio natural de la flora sobreviviente de la llanura meridional de Pinar del Río. Ecosistema exclusivo, donde se encuentran varios atractivos de la región: el sendero de Arenas Blancas (en forma de herradura que permite el retorno al punto de partida sin repetir el recorrido al regreso), visita al zoocriadero del cocodrilo acutus, y más de 105 especies, destacándose la cartacuba, el tocororo, las colonias de palomas de diferentes especies y el carpintero.

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Dentro de las propiedades de José Manuel Cortina se encontraba esta cueva, con una historia que abarca desde la presencia aborigen hasta la visita de personalidades como Cirilo Villaverde. La Cueva debe su nombre a dos naves de forma ojival de una gran ca­tedral gótica; pasando por debajo de la primera el cristalino río de Caiguanabo. En 1940, se inicia el acondicionamiento de esta espelunca y de la caverna vecina, Los Espejos, fabricándose aceras, rampas, rejas, pasamanos y un puente para cruzar el río, con el propósito de convertirlas en zonas de disfrute. En 1959 en visita efectuada por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz acompañado de Celia Sánchez y Antonio Núñez Jiménez, surgió la idea de convertir a la cueva de Los Portales, en lugar de uso público para la recreación del pueblo cercano.

Durante los treinta y dos días de la Crisis de Octubre en 1962 el Comandante Ernesto Guevara de la Serna estableció allí la comandancia del ejército y aún permanece en el lugar, la construcción de mampostería que fuera su local de trabajo. La caverna fue declarada como “Monumento Nacional” el 25 de Junio de 1978 y se encuentra dentro de las instalaciones del campismo popular del propio nombre.  

En el camino sur hacia el Parque La Güira, se pueden recorrer cinco kilómetros bajo el frondoso bosque semideciduo y el pinar. Propicio para la observación de aves se han censado 61 especies, entre las que se destacan la Cartacuba, el Tocororo, el Zorzal gato (Turdus plumbeus), el Negrito (Merropiria nigra), el Tomeguín de la tierra y del pinar, así como el Cabrero (Spingalis cena), el Arriero, la Chillina (Teretistris fernandinae), el Aparecido de San Diego (Cyanerpes cyaneus), el Gavilán colilargo, y para los afortunados, la Siguapa (Asio stygius) y el escurridizo Ruiseñor, fácil de oír pero dificilísimo de ver.

La Hacienda Cortina o Parque de la Güira es uno de los parques más exóticos de nuestro país. Su antiguo dueño, el abogado José Manuel Cortina adquirió la finca La Güira en el año 1906. En sus 1423 caballerías, construyó la hacienda de recreo más fastuosa del país: espaciosos jardines con faroles de bronce, que iluminan pequeñas plazas rodeadas de bancos, copas, esculturas, estanques, fuentes y glorietas, circundados por árboles que marcan la ruta hacia su casa construida en 1924. Edificó las casas japonesa (1920) y china (1940). Se atesora allí, una importante colección de objetos y obras de arte que se convirtieron en exponente nacional de la civilización asiática. Erigió en los espacios abiertos, esculturas de mármol de Carrara y bronce que recuerdan Ninfas y Diosas de las leyendas griegas. El lago artificial navegable, las representaciones de construcciones medievales como la impresionante portada de la hacienda y su gran biodiversidad hacen que el visitante viva en un mundo de ficción.