El Valle que Dora Alonso le habló y Domingo Ramos lo perpetuó

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Viñales Ivon Deulofeo

Para la escritora cubana Dora Alonso, la tranquilidad del valle fue el aliciente que propiciara un nuevo sentido a su vida; motivo para la génesis de su obra más elogiada, El Valle de la Pájara Pinta, premio Casa de las Américas en 1980.

Para la autora, conocer el Valle significó un pacto de amor y agradecimiento sellado en la eternidad y así lo aseguraba cuando sentenció: “Que me vele el paisaje de Viñales, la vega más lozana, la entrañable presencia de su valle”. De ahí que a su muerte, en 2001, fueran esparcidas sus cenizas en ese lugar, que tanto amó y que se convirtió en última morada.

Domingo Ramos quizás fue el primero en plasmar en lienzo, su fascinación por el valle de Viñales; los artistas de las plásticas tampoco pudieron escapar del embrujo del verde de la región. Por eso es muy notable la presencia de paisajistas cuya obra trasciende las fronteras.

Fue así como su discípulo Tiburcio Lorenzo, quien confesó querer llegar a las entrañas de la naturaleza, fue al encuentro de su propio campo.  Aquel que tanto en su juventud y después de mucho esfuerzo, alcanzó mostrar en el trazo de sus bohíos y el Valle de Viñales que prometió a su maestro.

Mario García Portela, Humberto Hernández, Pablo Fernández, Ulises Bretaña, Silvio Martínez, Ramón Vázquez, Lester Campa, más cercanos a nuestros días, son pintores movidos por el interés de develar los misterios del entorno mágico maravilloso, nos devuelven su propia mirada al valle y sus esencias,  con lo que  mantienen viva una práctica que define el amor a su tierra y que es hoy auténtica tradición.

 

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