La ausencia de un mercado mayorista consolidado es, en mi opinión, el principal problema, aunque hay diversos escenarios para el alza de precios: entre ellos el ánimo de ganar dinero con rapidez y el desconocimiento de las leyes del mercado.
Y es que un intento de hacer prosperar un negocio con ganancias superiores al 25 por ciento, cifra reconocida como exitosa, incluso hasta en Wall Street, no reporta crecimiento, a mediano o largo plazo, sobre todo si surgen competidores inteligentes.
Estudios han demostrado que las compañías más exitosas son las que constantemente trabajan por equilibrar los precios y mejorar la calidad.
Mis palabras no han de conducir a la impresión errónea de un rechazo al trabajo por cuenta propia: soy un simpatizante decidido de la pequeña empresa familiar, esa que con muchos sacrificios logra salir adelante, sin explotar, sin timos, sin romper el pacto ético entre la calidad y la honestidad.
Y es que, según mis valores del mundo y en nuestro escenario particular, revender, no es hacer comercio; es pasar de manos, especular, crear descontento y hacer más difícil la vida de los cubanos.
Otra cosa es el que elabora sus productos, el que le imprime un valor agregado a una materia prima, el que, con sentido común, iniciativas y creatividad es capaz de contribuir a la felicidad de todos.
Ahora hablemos de la ley de la oferta y demanda, esa que debe reflejar la relación entre la demanda que existe de un bien en el mercado y la cantidad del mismo que es ofrecido en base al precio que se establezca.
Según los estudiosos, existen negociaciones entre los proponentes y los demandantes, se permite el libre tráfico de mercancías y el precio de un bien se situará en un "punto de equilibrio" donde la demanda sea igual a la oferta.
Ese punto de equilibrio es el precio al que los consumidores están dispuestos a comprar el bien de consumo.
No voy a extenderme sobre el particular, solo diré, una vez más, que el acuerdo tácito entre los vendedores para subir precios y obligar al cliente es lo que se ha estilado hasta el presente, y sin oportunidades, ni equilibrios, no estamos en presencia de la oferta y la demanda.
Este comentario lleva por título Los precios y la manzana de Blancanieves en honor a una anécdota de contenido ético ocurrida años atrás en mi presencia, muy relacionada con la reventa de productos a precios exorbitantes: aquella señora que paseaba con dos niñas pequeñas en medio de la calle carnavalesca se acercó a un catre repleto de manzanas.El precio no estaba visible y al preguntar le notificaron 40 pesos cada una. Ni corta ni perezosa le dijo a las niñas que no podían dejarse engañar, que aquellas eran las manzanas envenenadas que ofrecieron a Blancanieves y, señalando al impúdico revendedor, agregó: y él es el mensajero malvado de la bruja madrastra.