Pocos minutos antes de la salida del cortejo, Raúl Castro y el presidente cubano, junto a otras autoridades del país, colocan las últimas rosas. Durante siete horas continuas, entre el sol y la lluvia, no faltaron jamás las flores.
A las 6:24 retumba el sonido de la banda de ceremonias en la Plaza Vigía. Catorce urnas sin nombre. Catorce banderas. Catorce hombres a los que habrá que honrar siempre, a los que no se podrá olvidar jamás.
Un carro de bomberos del Comando 2 va delante. Detrás, el cortejo, y los familiares, y la ambulancia. ¿Y mañana? ¿Y esas familias mañana? Una fina llovizna empieza a caer. Sale el arcoíris y el cielo –qué cosas– se torna rojizo. Silencio y respeto.
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