Antes de convertirse en usufructuario, Pedro Luis Álvarez Ucio trabajaba como jornalero. La experiencia que adquirió durante ese tiempo y los conocimientos aprendidos en el tecnológico agropecuario donde estudió, le dieron las herramientas para ser hoy un productor de referencia en el cultivo del tabaco.
Socio de la CCS Eusebio González, del municipio de San Luis, hace seis años que se dedica al tabaco tapado en una extensión de 1.47 hectáreas. A la par, dedica otras tierras a los cultivos varios, sobre todo frijoles, arroz, pepino y tomate.
“Siempre obtengo capa de exportación. Mi primer año y el anterior han sido los mejores. La pasada campaña acopié 15 quintales, con un rendimiento de más del 30 por ciento de capa exportable. Es cierto que tenemos gastos, pero se paga bien y vemos el resultado”, comenta.
Dicen los entendidos que el tabaco es como la mujer. Pedro Luis afirma que no hay nada más cierto. “Mientras más lo acaricias, más te lo agradece. El tabaco es un cultivo muy exigente”, añade.
Desde septiembre inicia el trabajo en un ciclo que, asegura, no para hasta que lo vende en la escogida. En una casa de cultivo rústica tiene su semillero, y de ahí saca sus propias posturas, que para cada campaña rondan las 47 000.
UN ALTO EN LA COOPERATIVA
La “Eusebio González” cuenta con 152 asociados y abarca 220 hectáreas de tierra, 100 de ellas las dedican al tabaco, una mitad al de sol y la otra al tapado.
“Esta campaña no se ha podido sembrar todo el tapado por no contar con la infraestructura necesaria para curar. Aún nos faltan por concluir 28 casas de cura, y la mayor limitante ha sido la madera”, explica Elpidio Aguiar Porras, presidente de la CCS.
Al mismo tiempo, agrega que aunque algunos productores que no han podido construir sus casas de tabaco se han vinculado a otros para poder curar sus hojas, otros se dedicaron esta campaña a la producción de alimentos.
“Este año se sembraron alrededor de 30 hectáreas de frijol, y ya comenzamos la entrega del grano con destino al autoabastecimiento del municipio”, apuntó.
Recordar los días de “Ian” es todavía difícil para los sanluiseños. A Pedro Luis le cuesta hablar de ello: “Esto fue triste aquí. Yo salí a pie de mi casa cuando todavía estaban los vientos. Todo el camino hasta aquí lo recorrí llorando, solo de ver el desastre que había, y eso que mi casa de cura fue una de las pocas que quedó en pie”.
A CADA MOMENTO LO QUE LLEVA
Muy cerca de donde tiene su tabaco, encontramos la casa de cura de este guajiro sanluiseño. La estructura de mampostería, que antiguamente sirvió de albergue a los batallones que venían de otras provincias a trabajar en el campo, hoy cuenta con seis aposentos y una capacidad para 3 000 cujes.
“Yo digo que hay tres momentos importantes en toda la campaña, y si descuidas uno la perdiste. El primero es el campo, el segundo está en la casa de cura y el tercero es la escogida”, dice.
Pedro Luis tiene cinco obreros a quienes les paga 500 pesos diarios, más una estimulación al final de la campaña. Además, pone toda su confianza en tres ensartadoras que cuidan sus hojas como si fueran propias.
“Fíjese si son largas, que nos tienen ‘al trote’, al día hacen 50 o 60 cujes, según la cantidad de tabaco, ellas no tienen límites ni horario. Se los pago a 10 pesos cada uno, y al igual que los jornaleros, reciben un monto al final de la campaña en CUP y en MLC.
Mayra Castillo Castillo es capaz de ensartar más de 100 cujes al día. Tiene 58 años de edad y desde los 17 se dedica al tabaco, lo mismo en la escogida que en el ensarte.
“Aquí nací, debajo de una mata de tabaco, como dicen por ahí. Lo mío era recolectar la hoja en el campo, hasta que un día dije que iba a aprender a ensartar y ya me ves, hasta competencias he ganado”.
Con Digna Santos Pérez la historia es similar, solo que ella tiene 78 años, y con apenas 20 ya trabajaba de revisadora en una escogida. Luego de jubilarse siguió vinculada al cultivo y ahora ensarta el tabaco de Pedro Luis.
“Mi papá era campesino, él hizo un banco similar al de las escogidas, puso pequeños taburetes al lado, entonces sentó a todas sus hijas para que se especializaran, pero a mí era a la que más le gustaba.
“Y así aprendí las diferentes texturas, los colores, los tamaños. He trabajado en eso toda la vida y no lo pienso dejar. Una le tiene cariño a esto. Le cuidamos el tabaco al campesino como si fuera de nosotros, sufrimos cuando el clima no acompaña y vemos cómo afecta las hojas”, afirma.
Detrás de los rendimientos y el esfuerzo de un buen productor tabacalero está sin dudas la mano de la mujer. Para Pedro Luis Álvarez Ucio, contar con el apoyo de estas féminas es vital para que su tabaco tenga la calidad que necesita.
Aunque no lleva el cultivo como una tradición familiar, pues es el primero de los suyos que lo hace, disfruta sembrar la tierra, aprender de ella y vivir de los beneficios que le brinda.
“Estoy convencido de que en el sacrificio están los resultados; para lograr buenos rendimientos tienes que sacrificarte, trabajar y hacer las cosas bien”, sentenció.
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