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María del Carmen Gavilán, siempre había considerado su centro de trabajo como su segunda casa, pero nunca pensó que aplicaría esa frase tan literalmente.
El 22 de octubre pasado, poco antes de que la ciudad de Consolación del Sur fuera declarada en cuarentena a causa de la COVID-19, María del Carmen decidió tomar sus pertenencias y mudarse para la granja avícola Desa 3, donde labora como económica.
Desde entonces, vive en su oficina y además de llevar la contabilidad, ayuda a alimentar las gallinas, recoge huevos, hace guardia.
Es la primera vez que se separa de la familia durante tanto tiempo y por supuesto que la echa de menos. Sin embargo, sabe que de ese tipo de gestos, depende que la producción no colapse en una provincia con miles de personas confinadas por la epidemia.
Solo en la avicultura, existen 15 granjas con déficit de fuerza laboral debido a que 367 trabajadores residen en zonas que están en cuarentena.
En la Desa 3, por ejemplo, la mitad de la plantilla quedó en aislamiento, tras el cierre de la cabecera municipal de Consolación del Sur.
La situación no es más tensa, gracias a la decisión de María del Carmen y de otros compañeros, de instalarse en la unidad antes de que entrara en vigor el cierre de esa villa de más de 22 000 habitantes.
«Aquí nos bañamos, comemos, ponemos colchones en el piso de la oficina para dormir », detalla.
Cuenta que con su familia, solo ha podido comunicarse a través del teléfono y que extraña sobre todo a su hija embarazada. Pero a pesar de los deseos de retornar a casa, sabe que su presencia es más necesaria que nunca en la granja.
«Estamos haciendo un esfuerzo muy grande, porque hay que salir de esta situación y la economía no se puede parar», dice.
Para suplir la ausencia de la mitad de los trabajadores, que se encuentran en aislamiento, los que quedan han renunciado a sus días de descanso.
Aun así, la empresa ha tenido que establecer una estrategia para apoyar las labores, en un centro que acoge a 105 000 gallinas en sus naves, a las que se les debe suministrar diariamente unas 11 toneladas de pienso.
Gladys Aguado Valdés, directora general de la Empresa Avícola pinareña, explica que entre las acciones que se realizan, está la movilización todos los días de trabajadores de la dirección y las unidades de transporte y de logística, para ayudar a la recogida de huevos.
La entidad había elaborado un plan de emergencia al comienzo de la pandemia, para mantener la producción en caso de que alguna zona de la provincia fuera afectada, y eso es lo que ha estado aplicando, asegura Gladys.
No obstante, reconoce que existen tareas retrasadas, como lo que los avicultores denominan movimiento de rebaño, y consiste en extraer las aves que ya terminaron su vida productiva, acondicionar nuevamente las granjas e incorporarles animales nuevos.
En el resto de las ramas de la agricultura, la compleja situación epidemiológica que atraviesa Vueltabajo en algunos de sus territorios, también crea tensión por la falta de brazos para preparar tierras, fomentar plantaciones, recolectar cosechas, operar equipos, atender el ganado...
Joel Hernández Acosta, director de la Empresa Integral y de Tabaco de Consolación del Sur, señala que en el municipio hay cuatro escogidas tabacaleras y un despalillo cerrados por esa causa, de ahí que como alternativa, se decidiera pasar su producción a otras unidades.
El funcionario explica que el territorio tiene la característica de que muchos campesinos viven en la ciudad. Por ello, al conocer la decisión de las autoridades de cuarentenar la urbe, luego de la aparición de varios focos de la COVID-19, una parte de ellos prefirió trasladarse a sus fincas y permanecer allí.
«Otros, cumpliendo todas las medidas sanitarias, han acogido a sus trabajadores en las vegas y los mantienen albergados», detalla Joel.
Juan José Cordero, es uno de los que preparó condiciones para recibir a seis de los obreros que habitualmente atienden junto a él las 36 hectáreas que posee dedicadas a los cultivos varios, la ganadería y el tabaco, en la zona de Río Hondo.
Gracias a esa iniciativa, todas las semanas se envían de tres a cuatro toneladas de viandas y frutas para los mercados del municipio.
«Aquí convivimos como una familia y aprovechamos más la jornada laboral -dice. Por eso, con menos trabajadores que en tiempos normales, logramos niveles de producción aceptables».
Todos se comunican con sus hogares por vía telefónica y ayudan a los suyos con parte de lo que cosechan y con dinero, para que no se sientan desprotegidos.
«De todo lo que producimos se envía a nuestras casas», confirma Juan Rodríguez Herrera, y añade que «desde el campo, también contribuimos a luchar contra la pandemia. A nadie le gusta estar separado de la familia, pero es acá donde más nos necesita el país en estos momentos ».
Historias como estas, se repiten a lo largo de una provincia que en el mes de octubre retrocedió a la etapa epidémica, en medio de un violento rebrote de la COVID-19.
En la unidad porcina 7 Hermanas, por ejemplo, los 10 trabajadores que siguen activos, han tenido que asumir las labores de los otros 30 que están en aislamiento. Teamira Pedrozo Casanova, su directora, afirma que ello requiere un esfuerzo gigantesco para asegurar la atención de más de 2 240 animales.
Entre los municipios de Sandino, Guane y Consolación el Sur, hay otras siete unidades con un panorama similar.
«Más del 60% de la plantilla de esos lugares está en cuarentena, y eso crea una situación muy tensa», reconoce Luis Martín Boza, director de la Empresa Porcina de Pinar del Río.
Con el propósito de mantener la vitalidad de las actividades fundamentales, el funcionario explica que los trabajadores han renunciado a sus días de descanso para laborar ininterrumpidamente.
«Algunos se han albergado en las unidades y los familiares también han estado apoyando en determinadas labores».
Así, a base de sacrificio, cargando sobre sus hombros con las tareas de quienes están en cuarentena, miles de pinareños se empeñan todos los días en que la producción no se detenga, y los efectos de la pandemia no sean más graves todavía.

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