Nunca supe cuánto amaba a mi abuela materna hasta que su vida se apagó a los 103 años. Su nombre Caridad Oramas.
Ella siempre estaba pendiente de cada uno de sus tantos nietos por tener una familia numerosa.
Mi abuela contaba historias fantásticas, nos mimaba y sobretodo hacía unos dulces de leche y naranja que nos deleitaban a todos.
No soportaba las malacrianzas, como permiten hoy tantas. A pesar de no tener estudios, en lo particular, me enseñó lecciones que jamás olvidaré.
“Tienes que estudiar para asegurar tu futuro, convertirte en una profesional, ser independiente, ayudar a las personas que necesitan de ti, comportarte correctamente, cuidar bien de tus hijos y entregarles mucho amor”, así me aconsejó en varias ocasiones.
Es común en muchos hogares de Minas de Matahambre encontrar una abuela. Ella desempeña un rol protagónico. ¿Qué sería de las mujeres que asumen cargos directivos sin su apoyo? O sencillamente de las que salen muy temprano a trabajar y regresan al caer la tarde.
Las abuelas son una verdadera fortaleza. Asumen disimiles roles. Cuidan de los nietos, ayudan a hacer sus deberes escolares, los llevan al círculo infantil, a la escuela. Hacen mandados y comidas.
En ellas las hijas e hijos depositan toda la confianza y compromiso.
En ocasiones se abusa sin tener en cuenta que ellas también necesitan su espacio, tener momentos de esparcimiento, saberse importantes, participar en la toma de decisiones, saberse respetadas y queridas.
Las abuelas que cuidan o miman a sus nietos desde pequeños, eternamente van a dejar una huella imborrable en sus corazones, por eso y aun cuando han trascurrido muchos años, la mía: Caridad Oramas siempre está presente.
Por: Ileana Acosta Echevarría
Periodista de Radio Minas
Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. @ileanaminas
1 de Marzo de 2019
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