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Por Ramón Brizuela Roque
Desde hace semanas Pinar del Río se prepara para el último proceso de Rendición de cuenta de esta legislatura y para el lector foráneo que quizás no conozca nuestro lenguaje, eso equivale a la más genuina manifestación de pueblo y poder, o dicho en buen cubano el Poder del pueblo.
En el alegato de su defensa por los sucesos del cuartel Moncada, en 1953, el joven abogado Fidel Castro Ruz, ofreció su consideración de concepto de pueblo y luego en el triunfo lo consolidó.
Ahora, esa rendición de cuenta no es más que el cumplimiento de los delegados ante ese pueblo, sus vecinos, que lo eligieron para representarlos en el difícil arte de vincularse con la sociedad, con sus conquistas, sus necesidades, sus aspiraciones.  
La presidencia del Poder Popular hace hincapié en la preparación de los delegados, porque con mejor dominio de su trabajo, habrá mayor calidad en la gestión de las necesidades.
En Cuba no existe la figura del Concejal, pero en su lugar los ciudadanos eligen al delegado, con una gran diferencia: no recibe remuneración por su labor; no lo postula ningún partido ni grupo político. Lo escogen sus vecinos en la circunscripciones por méritos y virtudes, por eso los hay universitarios, trabajadores manuales, campesinos, intelectuales, artistas, miembros de instituciones armadas; tampoco son adinerados, simplemente viven de su salario, excepto los jubilados que lo hacen de una pensión y las edades pueden ir desde muy jóvenes hasta muy ancianos, sin que interese que religión o culto   profesen.
El cinco de abril es la fecha para el inicio y desde entonces hasta el 25 de mayo, los barrios de Pinar del Río cambiarán su modo de vivir en las noches, porque la reunión con el delegado está primero.
Así funciona la democracia cubana, que  muchos de afuera no quieren entender, y una minoría de adentro tampoco, porque la quieren al modo Made in USA y eso es difícil en un pueblo que conoce la libertad.
Hay una palabra clave en el proceso, se trata de planteamiento, que para un hablante de lengua hispana es llanamente decir algo, pero para un cubano es la exposición de un problema que lo perjudica o beneficia a él o a toda la sociedad y el andamiaje estatal tiene que ponerse en capacidad de resolver el problema o, al menos, ofrecer una respuesta convincente.
Son miles los planteamientos que suscitan cada proceso de Rendición de cuenta y todos tienen una respuesta, incluso los más difíciles, por no decir los imposibles porque no los hay, tienen al menos explicada la causa de no solución. Eso no equivale a engavetarlos, sino estudiarlos porque si requieren de inversiones deben ponerse en el plan estatal de la economía del año posterior.
Otros casos acercan aún más a los cubanos al concepto de democracia y los planteamientos que se resuelven con el concurso de la masa o lo que es igual: convocar a todos los electores para darle una respuesta a una situación que no necesita de apoyo estatal.
Así, en este mundo convulso la gente exige más acción y menos discursos, se desarrolla la vida diaria de los cubanos, con apego a sus políticos, que surgen de entre ellos mismos; más cercanos a las organizaciones y con la seguridad de que la acción conjunta es el mejor gobierno que puede tener cualquier pueblo digno.

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