Tres días para pensar…

 

El miedo asusta; la prevención tranquiliza. El país conoce al país, ese juego de palabras significa que las decisiones estatales están consideradas con mucha responsabilidad y conocimiento de lo que se debe hacer en cada momento y las acciones que merecemos.

En Cuba existen las condiciones para enfrentar una pandemia, porque en primer lugar está la voluntad política, un sistema de salud poderoso desde la medicina preventiva y fortalecida, con los recursos humanos calificados necesarios y potencialidades demostradas de llegar a hacer hazañas.

Son innegables las razones externas, un bloqueo multiplicado por años, que resta recursos o, al menos, atrasa las materias primas, alimentos, equipos médicos o los medicamentos elaborados, pero al menos se cuentan paliativos para salvar vidas.

En concreto, podemos decir que existe seguridad para los ciudadanos, pero inobjetablemente de ellos depende en gran medida que se cumpla el gran esfuerzo estatal, para alcanzar el objetivo supremo: combatir la enfermedad, devolver la salud y progresar la vida.

Para expresar mi modesta opinión –violando el principio de que el periodismo no es unipersonal - necesité tres días para comentar: ¿acaso las personas, nosotros los cubanos en general, estamos conscientes del nivel de riesgo; somos los suficientemente responsables para comprender las peticiones que hace la más alta dirección estatal del país; obramos adecuadamente en consecuencia con el cumplimiento de sus orientaciones…? Y pudiera exponer más.

La sociedad cubana tiene el nivel de conocimiento e información suficiente para saber cómo evitar, enfrentar y librar la batalla contra el actual coronavirus. No ha faltado información y recomendaciones del sistema sanitario y de los demás organismos vinculados con las necesidades del país.

A partir de las explicaciones del personal de salud, desde el último trabajador de servicios hasta el Ministro se han convertido en propagandistas; todos los funcionarios, desde el nivel local hasta el Presidente de la República, incluyendo el Consejos de Ministros, dedican horas para informar y educar a los ciudadanos.

Y nosotros, o yo en particular, me pregunto, ¿que la gente no ha entendido?

Somos acaso los ciudadanos más cariñosos del mundo o los más afianzados a las normas de urbanidad que los demás, porque la lucha contra el coronavirus comienza en evitarlo y si está demostrado que se trasmite de humano a humano, qué nos impide cambiar la forma de saludo, solo por un par de veinte días.

Acaso urge ese beso mañanero cotidiano, si desde usted que pisa la calle se convierte en un potencial reservorio de microbios; está en constante vínculo con el prójimo y desconoce su procedencia, quizás viva en su edificio y sabe que ayer le llegó un pariente de un lugar X –tenga el contagio o no-; o igualmente hay un ajeno que viajó junto a usted en la guagua y le respiró cerca. Hasta el momento no estamos en condiciones de crear medios de transporte en los que unos viajen a 1,5 metros de otro.

Es loable la respuesta administrativa de los establecimientos, de aplicar en sus manos hipoclorito a todo cliente que pretende entrar, pero de qué vale si esa persona no vuelve a probar agua y jabón, quizás hasta la hora del baño en la noche.

Estos no son ejemplos traído por los pelos, ustedes saben que es así. Y cuando hablamos de responsabilidad, pregunto qué hace tanta gente en nuestras calles, casi agolpadas, si están pidiendo prudencia… No me refiero a los bastantes que necesitan adquirir alimentos, medicinas u otros artículos. Los  que criticamos son las decenas de los que andan en la calle en divertimento, descuidando las medidas. Para esto no hay un aparato capaz de decir quien necesita salir, es problema de conciencia.

Compañeros, qué parte del discurso todavía no se entiende sobre que estamos en una emergencia? ¿Qué significa para ustedes emergencia sanitaria? Quien no ha comprendido aún que la Organización Mundial de Salud necesitó semanas sopesando si se declaraba o no la calificación de Pandemia. Cómo es posible, si tomar la decisión y agregarle el apellido Mundial llevó tanto tiempo, que aún cree alguien pensar que estamos exceptuados…?

Aquí explicar las medidas no es necesario, todas se conocen. Estamos en una fase diferente, la del enfrentamiento: aparecen los sospechosos y se aplican los protocolos del diagnóstico; progresivamente aumentarán los confirmados, los enfermos y las muertes. Es doloroso, pero cierto.

Y todavía hay gente con el deseo de pasear, de llevar el riesgo de una casa a la otra, de su centro de trabajo al ajeno, de reunirse innecesariamente para debatir lo que se sabe, a dedicar tiempo a cosas que debió hacerlas en otro tiempo o quizás las pueda posponer.

Y después de tres días, con el riesgo de caer mal a algunos, cumplimos la responsabilidad social que nos tocó y volver a preguntar ¿Qué aún, no hemos entendido?

En el contexto mundial somos un pequeño apéndice, pero un apéndice que vale y brilla, más que nunca lo estamos demostrando.

 

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