Que las campanas no doblen por los pinareños

 

La provincia goza de una tenue fragilidad en la confirmación de enfermos con coronavirus, lo afirmamos hoy que se constataron cuatro días sin validaciones, quizás cuando esto se publique hayan cambiado, porque nada es seguro en una epidemia imprecisa y aún poco estudiada.

El mundo vive con la vista en los microscopios, hurgando cada movimiento del diminuto e infernal enemigo; las grandes corporaciones científicas más que apurarse cabalgan día y noche buscando repuestas e información que permitan conformar una vacuna, panacea para salvar al mundo.

Las arcas de los gobiernos se vacían desembolsando dinero, las industrias paralizadas, los bancos a la expectativa y realizando estudios y cálculos, algunos dicen que es un desastre peor que el crack del 29  y quizás afilándose los colmillos para lo que vendrá después.

Esa es la superestructura de la sociedad, pero en la infraestructura, abajo,  los pobres ponen las víctimas, incluso la clase media no se escapa, solo los multimillonarios  están a bien reguardo, aunque la enfermedad ha demostrado que no tiene amistades, lo mismo sacrifica a un poderoso que aun menesteroso, mucha gente importante ha sucumbido y decimos eso como si los obreros y campesinos no fueran importantes.

La pandemia no respeta sexos, credos, riqueza, filosofía ni partido político, solo se detiene cuando encuentra el aislamiento. Podemos decir que la enfermedad es como un ladrón de camino, que si no pasa ningún viandante, se retira frustrado hacia su hogar.

El coronavirus sale a buscar víctimas por minuto y el que no se esconda a tiempo, tiene probabilidad  de perder la vida. ¡Ah! Quién los frustra, el que se quedó en su hogar.

Toda esta explicación es sencillamente para demostrar que Cuba, como no es de los poderosos, aunque si tiene potencial científico y recursos humanos altamente capacitados, estiró la mano a la mejor y posible vacuna de ahora, el aislamiento.

En Pinar del Rio centenares de autoridades y trabajadores de todos los sectores están ganando la batalla, pero muy lejos de saber si saldremos victoriosos, porque eso no está en manos de las autoridades, sino del otro actor que es el pueblo.

Una parte del pueblo protagonista ha entendido las medidas, las aplica y ayuda, pero hay un personal de reparto, todavía numeroso, que no ha entendido su papel y si lo entendió ha sido a medias, porque viola permanentemente las orientaciones, se pasa el día en la calle, crea tertulias injustificadas, hace caso omiso al uso del nasobuco y cada día genera potenciales riesgos para ellos y para los demás.

Es verdad, hay necesidades, cada uno tiene una justificación; unos quieren el alimento: aceite, pollo, harina, huevo, otros medicamentos… y los demás qué? Hay formas de hacer las colas, esta explicado, pero no bien entendido, lo estamos confirmando por minuto.

Si la provincia ha llegado hasta aquí con los actuales resultados, ha sido por la unión de fuerzas del Consejo de Defensa Provincial, que se descompone en el Partido, el Gobierno, el conjunto de organismos, con un mayor protagonismo en Salud y, especialmente, por los verdaderos héroes que ahora son más anónimos que nunca, por tener que tapar su cara: el ejercito de enfermeros, médicos, técnicos de todas las especialidades, laboratoristas, farmacéuticos, trabajadores de servicios y de administración, personal de transporte y de logística, pero son más, porque es importante hasta el custodio que protege una entrada.

A todos esto se le suma el comercio y la gastronomía, la policía que han cambiado sus roles porque los indisciplinados no quieren cooperar, en fin de cuenta, no hay sector ajeno a esta batalla.

Sin embargo, ese gran ejército que es minoría, trabaja y se arriesga, lo único que pide a los demás “Por favor quédense en casa”.

Quédense en casa para que los dejen trabajar y acostar los plazos, pero más que eso… para que las campanas no redoblen por los pinareños.

 

 

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