Nada es tan necesario como el agua. Hace seis décadas no todos la tenían a la mano, pero se hizo el milagro de la Revolución y desde entonces el panorama cambió: muchos pinareños tienen acceso al preciado líquido, otros aún carecen de él, pero no podemos negar que se trabaja para que a nadie le falte.
Diversas razones impiden llegar todavía a toda la población, entre ellas el bloqueo que repercute en la carencia de equipos y piezas, pero en Pinar del Río cuentan con gente que dedican su vida a sortear los efectos del bloqueo. Uno de ellos es Miguel Bravo Ávila.
De sus 77 años ha dedicado más de medio siglo a reparar y montar equipos de bombeo, una gracia que adquirió de muy joven cuando se capacitó en La Habana, en la Empresa Hidráulica, recién creada por Fidel y el comandante Faustino Pérez, allá en La estrella roja, cerca de la Autopista del Mediodía, mientras hacía las prácticas en los talleres de Lucillo, en Calle 100.
Hombre de procedencia humilde, nació en el reparto Cuba Libre, abrazó las primeras escuelas revolucionarias y en cuanto se graduó vino directo para el Establecimiento Recursos Hidráulicos, ahora llamada la UEB de Aseguramiento y Apoyo al Alcantarillado en el kilómetro 10 de La Coloma.
Pero nadie mejor que él para contar su vida: “Nosotros trabajamos con los motores y bombas horizontales, con las verticales y con las más modernas, las sumergibles; las últimas que llegaron -con una garantía para cinco años- ya andan por los 11 de explotación.
“Con muchas dificultades, pero las mantenemos funcionando, ni alambre para enrollado a veces tenemos. Esos equipos son todo inventivas con la ayuda de la gente de la ANIR (Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores).
“Sí, yo al frente de ellos, para cada vez que aparezca un problema grave, pero tenemos un valioso colectivo de 15 trabajadores”.
Es una persona modesta, difícil de que responda en primera persona, por lo que cuando quiero que me diga de sus aportes, se escabulle: “Bueno hay bastantes innovaciones en las bombas sumergibles y en los equipos de cloración, que llevan mucha inventiva y contamos con la ayuda del jefe técnico de la brigada electromecánica, Medardo Sotolongo Hernández, una persona muy ágil”.
En una encrucijada conseguí su respuesta en primera persona: “Comencé como operario de grúa y enseñé a tres compañeros, eso fue al inició y con la superación como mecánico de bombas también he preparado a seis.
“La primera innovación fue la grúa que hicimos aquí. Cuando llegué, se sacaban las bombas a mano, con un diferencial, y junto a Alfonso Maragoto Lara, el director entonces, fuimos a La Habana y nos regalaron un camión que se había volcado por Matanzas, y con ese hicimos nuestra primera grúa criolla.
“Imagínense, cuando había una rotura en las fuentes de La Espinela o en La Sabana teníamos que solicitarle una grúa de perforación a Recursos Hidráulicos y a veces ese trámite duraba una semana y el acueducto parado, en espera.
“Era una época diferente, solo había siete acueductos en toda la provincia y ahora hay 198. Los antiguos trabajaban con diésel, pero con la transformación y los avances comenzaron a funcionar con electricidad.
“Por razones del bloqueo no recibimos equipos nuevos, bueno hace unos meses tuvimos una ayuda en motores sumergibles y con ellos reforzamos las conductoras de 20, 30 y 36 pulgadas. Estamos dispuestos a inventar las piezas y gastar todo el tiempo necesario para ofrecer agua a los pinareños”.
El hándicap es el bloqueo, en tanto aclara que ahora reciben ayuda de los talleres de San José en La Habana. A veces pueden, otras no y lo más difícil es el material de enrollado. Les han entregado algunos rodamientos de los equipos horizontales, pero para los sumergibles sus bujes grafitados de carbono son muy escasos. Esas son las bombas que están resistiendo hace 11 años, gracias a la inventiva.
Hay momentos en que son verdaderos esclavos del trabajo, esa brigada no entiende de día y horas, cuando aparece una rotura le entran con cuerpo y alma y aun así, aclara: “Si volviera a nacer, trabajaría en lo mismo, vivo enamorado de mi labor”.
Los domingos a veces saca un diez para visitar a sus hijos, a los nietos, aunque convive con dos, junto a su esposa Maribel Falcón Blanco.
“Sí, creo que una gran parte del pueblo nos reconoce y agradece lo que hacemos, poseen conciencia de nuestro esfuerzo; también me han premiado con la medalla Faustino Pérez por 50 años de trabajo, con la Armando Mestre por la obra de toda la vida y muchos certificados y diplomas por la labor en la ANIR y aportes sindicales”.
Medardo Sotolongo Hernández, el jefe de la brigada, redondea las ideas: “El Bravo, como le decimos, es una excelencia de trabajador; su constancia es diaria y el día que no viene, lo primero que pensamos es que está enfermo.
“La disposición para las tareas es permanente, hay quienes en otro lugar asisten diariamente a su centro y poco aportan, no tienen disposición. Él contribuye y ayuda a los demás desde todos los puntos de vista, porque asesora en las reparaciones y cuando son de mayor complejidad siempre está ahí, junto con sus compañeros.
“No solo yo, cualquier equipo de trabajo quisiera tener al menos un Bravo, dos Bravo… y eso que todos mis compañeros son unos bravos”.
Para Liffer Félix Vázquez Cejas, secretario provincial del Sindicato de la Construcción, Bravo es un ejemplo. “Nuestro sector tiene muchos hombres buenos para las tareas que hacemos y con el rigor que exigen, pero en este colectivo se garantiza la sostenibilidad de un servicio vital para la población, el agua. No tienen hora ni día, en cualquier municipio se puede romper un equipo y ellos están listos para responder”.
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