El mundo de colores y sabores del Pape

 

Matahambre es un pueblo de magia, se menciona en primer orden la mina de cobre que en su época deslumbró al mundo: la más profunda; para los nacionales la asustadora Loma del Viento; para los amantes de paisajes los ondulados pinares… y de pronto, encontramos los vinos del Pape.

Los olores y colores de esta manufactura en el barrio de Managuaco obligan acercarse cada día al humilde hogar de Froilán Tomás Acosta Sotolongo, un nombre para periodistas, porque para los vecinos es simplemente el Pape.

En la geografía muy agreste, el único poblado de Pinar del Río con esas características, a muchos jubilados en respuesta al llamado del país se están dedicando a la producción de alimentos y aunque el Pape cumple con ese propósito, también mostró su veta de vinicultor.

En verdad tiene muchos oficios, su principal fue maestro panadero, con 25 años de experiencia, cocinero, vinícola sindicalizado y eterno conversador con todos los que se acercan a su portal.

Cuando hace diez años se jubiló, de inmediato pensó en la agricultura urbana, porque su patio se adorna con malanga, plátano, aguacate… todo a precio de buen vecino, pero no podía dejar el vino que hace medio siglo lo fascina y lo vincula a través de la Casa de Cultura Municipal, porque para él, más que una bebida espiritual, es un arte. Pero también envasa jugos, aunque la predilección de su marca es la bebida, porque seguro alegra más que un jugo de mango.

En sus manos se han macerado las más diferentes frutas: agracejo, piña, fruta bomba, guayaba, marañón, uva parra y uva africana, ciruela, remolacha, maíz, arroz, caimito, naranja agria y limón… incluso menciona algunas que no imaginaba conocerlas como vino.

Y con la destreza del maestro da las recetas exactas, “una cucharada de levadura para 30 botellas de licor, requieren 12 libras de azúcar “prieta” y el agua al gusto para luego esperar 40 días”.

Los colores algunas veces son los del producto original, en otros se pintan con la rojiza flor de majagua o se tornan pardos por las vainas del tamarindo.

Y al final de su disertación, nos muestra su carné, donde en el membrete aparece La Torre, porque aunque nunca bajó a la mina, su padre Salvador y su tío Lorenzo sí gastaron toda su vida arrancando piedras de cobre bajo la tierra.

Recuerda el Pape que un vez le dijeron que un vaso de vino es medicinal y por eso ligó su laboriosidad con su esposa Hilda Hernández Rojas, para fabricarlo y mientras el hobby ocupaba parte de su tiempo, tuvieron seis hijos, cinco hembras en busca de un varón,  que al parecer pararon cuando llegó.

…Pero los vinos de La Torre aún continúan.

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