Una familia mantuana construye su vivienda en apenas quince días. Puede parecer una paradoja en tiempos de escasez de combustible y materiales de construcción, pero es tan cierto como el monte que la rodea.
Sus dueños esperan desde los huracanes, Isidore y Lily tener un hogar. “Y es que más de una década de vivir en facilidades temporales deja pequeñas huellas, pero no mata la esperanza.” Así nos dice Edelmira, toda orgullosa de su novísima morada, y agrega: “pronto, se hará realidad este deseo largamente acariciado”.
“Llegamos aquí y enseguida fue “palante y palante”- afirma el albañil Braulio Moreno- porque con la casa de una familia no se juega, hay que terminarla pronto y bien”.
Para esta hazaña no hay entrelineas, solo la dedicación de quienes construyen y el interés de los moradores obran el milagro.
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