El adiós a un torneo sin penas ni glorias

 El buen trabajo de preparación efectuado previo al inicio de temporada, hacía soñar esta vez con esa meta, sin embargo, el desempeño irregular durante la etapa clasificatoria privó al conjunto del objetivo. Con 21 éxitos y 19 fracasos, los pupilos de Alexander Urquiola culminaron en el séptimo puesto de la tabla de posiciones del torneo, un resultado que si bien no complace las expectativas de la afición, mejora con creces el de campañas anteriores.

En ninguna de las otras tres versiones de esa lid, los de la más occidental rebasaron la docena de triunfos. De haber mantenido en 2017 la estructura competitiva que hasta ese entonces regía, Pinar no hubiese tenido problemas para asirse con el cupo de la llave A, pues dominó los cotejos particulares frente a artemiseños e isleños y empató frente a habaneros. 

Fue precisamente frente a conjuntos a los que no se había medido antes que peor les fue a los verdes, así lo demuestran los resultados adversos ante Cienfuegos 1-3, Matanzas 0-4 y Villa Clara 1-3. Como ha sucedido otros años, volvió a ser el bateo colectivo el principal detonante en la exclusión de Pinar al promediar para un endeble 242, último entre los 16 equipos que intervinieron en la serie.

Ni el cuarto madero Luis Pablo Acosta, ni el joven talento José Carlos Linares pudieron convertirse en los líderes que se esperaba, rol que asumió en solitario el jardinero central Reinaldo Lazaga, por mucho el de mejor average (338). El picheo, aunque tampoco facturó números para alabar, fue el quinto que mejor actuó en el campeonato al permitir 3.21 carreras limpias por cada nueve entradas, logrando a sus vez retirar a 211 hombres por la vía del ponche y regalando 150 boletos.

Con seis victorias y tres reveses en 10 salidas a la lomita, el serpentinero Yosvany Álvarez Urbay, quien ya acumula experiencia en nuestros clásicos domésticos, fue la principal carta del staff local. Al campo, Vegueros cometió 57 pifias en 1 596 lances, es decir, alrededor de 1,4 errores por juego, estadísticas que le igualaron a la media general del campeonato (964).

El poco espectáculo que hasta esta edición revestía el torneo, se vio aumentado por un nuevo elemento: la violencia verbal y física entre jugadores y directivos de equipos y de estos hacia árbitros y autoridades deportivas. Creada como estructura intermedia entre las categorías juveniles y la Serie Nacional, lo cierto es que la sub-23 sigue decepcionando tanto por el bajo nivel competitivo de los jugadores como por el escaso sentido de pertenencia de la afición.

De no existir cambios sustanciales, la quinta versión de esa lid a efectuarse en 2018, será un espectáculo lúgubre donde el calor del mediodía y los estadios casi vacíos, vuelvan a robarse el protagonismo.

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