Todos los niños y las niñas desde una concepción integral de su desarrollo y necesidades tienen derechos a constituir la máxima prioridad para la niñez, como centro de atención y sujeto activo en lo referido a: la supervivencia, desarrollo, protección y participación.

En el desarrollo del pensamiento juega un importante papel la habilidad para clasificar, entendiéndose por ello la distribución de los objetos o fenómenos individuales en el correspondiente género o clase, es decir presentar las características, nexos y relaciones esenciales y generales de los objetos y fenómenos según un criterio adoptado para la clasificación.

En el desarrollo del pensamiento de los escolares de 6 a 9 años se observan dos estadios básicos, en el primero el análisis del material didáctico se produce predominantemente en el plano visual y concreto, se apoyan en objetos reales o en sus sustitutos inmediatos o en ilustraciones. Los escolares de los primeros grados (primero y segundo) a menudo juzgan los objetos captando cualquier rasgo unitario exterior. Las conclusiones se basan en las percepciones, la fundamentación de las conclusiones está elaborada sobre la correlación directa del juicio con la información percibida. Las generalizaciones tienen la fuerte presión de los rasgos llamativos de los objetos (entre ellos figuran los funcionales). El criterio fundamental para juzgar si la generalización de los conocimientos es válida, lo constituye la aptitud del niño para dar un ejemplo concreto que corresponda a los conocimientos recibidos. Estas particularidades de su pensamiento son la base de la amplia utilización del material ilustrativo en la enseñanza primaria, por lo que no podemos evaluar un pensamiento insuficientemente desarrollado en el escolar de los primeros grados.

La investigación se reconoce como una habilidad esencial en la formación de un profesional capacitado y competente. Su  importancia primaria parte de la idea de su reconocimiento como un proceso transformador, marcadamente social y dirigido a la satisfacción de necesidades humanas. Por ello, es imprescindible asumir la actividad científica como un componente esencial de la calidad, pertinencia y viabilidad de la universidad.