Pinar del Río será la sede del acto nacional por el Día del Donante de Sangre, el próximo 14 de junio. Carlos Siles, administrador del bar cafetería de la EPAG, El Anón, es de esos cubanos que de forma generosa, y por muchos años, hace su aporte para salvar vidas humanas.
Carlos Siles Báez dona su sangre desde que era muy jovencito, en el año 1982.
¿Quién le inculcó este gesto humanitario y altruista? Fue una de las primeras preguntas que le hicimos, y con palabras entrecortadas porque le duele recordar a su padre, nos dijo:
“Me lo inculcó su forma de ser, era un revolucionario, siempre muy activo y presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), su nombre, Francisco Siles”.
Sigue Carlos y nos confiesa que tuvo un hermanito que murió a los 16 días de nacido, y que una de las causas puede haber sido la falta de sangre.
UN HÉROE HUMANITARIO
Muy joven tuvo que aprender Carlos a salir adelante en la vida, luego de graduarse de técnico medio en Contabilidad, asistió al llamado del Servicio Militar y de ahí partió a una misión en la República Popular de Angola. Cumplió los 19 años en las costas de ese país, a la llegada. Ahí estuvo desde 1979 a 1981.
Luego nos habló de su matrícula en la universidad, de un accidente en el campo mientras ayudaba al padre, que le afectó una rodilla, y de una segunda misión en Angola, esta vez como oficial de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias –capitán–, en la artillería antiaérea, en la especialidad de flecha.
Allí estuvo en la provincia de Huambo, en la brigada de tanques, donde cumplió varias misiones, las cuales aún hoy recuerda y cuyas vivencias contó siempre a sus hijos.
Este hombre de 56 años posee 12 condecoraciones del Consejo de Estado y cuatro distinciones, dentro de ellas la de servicio distinguido de las FAR.
¿Qué te aportaron estas experiencias en Angola?
“Mucha sensibilidad humana, y el amor a la Patria y a la bandera cubana”.
SALVAR VIDAS, CUESTIÓN DE HONOR
Por enseñanza paterna la forma de salvar vidas humanas la aprendió desde muy joven, en el mismo momento que decidió donar su sangre cada seis meses y después cada tres.
“Alrededor del año 1995 me pasaron para el programa de donante de plaquetas, un mecanismo donde te extraen el plasma y de ahí las plaquetas y el resto lo devuelven al organismo.
“Ellos te llaman cuando hace falta tu extracción, a veces es necesario hasta tres veces al mes, por ejemplo, yo soy del grupo AB positivo, y en ocasiones se necesita mi sangre”.
Nos dijo que hasta la fecha suma 236 donaciones y que ha recibido diplomas que otorgan el Ministerio de Salud y los CDR, así como los sellos de bronce, de plata y de oro. Además lo han reconocido a nivel de zona, en el barrio y en las asambleas del Poder Popular.
Son muchos años los que llevas extendiendo tu brazo y cediendo tu sangre y aún estás activo…
“Considero que no es un eslogan, donar significa salvar una vida, el país lo necesita, los centros asistenciales también, y constituye una modesta contribución lo que hago, un acto humano y sencillo.
“Mi hijo Carlos, médico de profesión, es donante de plaquetas, él continuó el ejemplo del abuelo y del padre”.
Sonríe orgulloso mientras habla de la familia: “Tengo otra hija, Ana Laura, y dos nietecitos que son mi vida”.
Entonces hace un llamado muy personal. “La juventud que se incorpore a los programas de donaciones, que esto no afecta la salud de las personas, que si después se quieren retirar tampoco tienen problemas, que aun cuando nos hacemos una extracción y desconocemos para quien va destinada, nos queda la satisfacción de haber salvado y ayudado a alguien.
“Por ejemplo, a veces me dicen que es para un niño en el pediátrico, o una embarazada, una con cesárea, o para un caso de accidente… lo importante radica en que siempre tiene utilidad.
“En ocasiones me preocupo porque pueda haber alguna familia que pase necesidad en un hospital, porque no tenga una donación de sangre, sé que no pasa, pero gracias a que hay quienes de forma voluntaria, generosa y solidaria hacen su aporte, por eso los felicito en este 14 de junio.
“Ah, me queda reconocer las atenciones del Banco de Sangre, la preocupación y el trato esmerado que nos dan, desde la que nos llena las historias clínicas, los datos, la del merendero, hasta los técnicos y profesionales.
“Ellos se interesan por tu salud, te chequean, investigan, si eres fumador, si ingieres bebidas alcohólicas en exceso”.
Tal vez Carlos no conozca nunca ninguna de las personas a las que ha salvado, pero él sabe que son muchas. Al pasear la calle, allí en su centro de trabajo, en el barrio u otro lugar, cualquier rostro que le sonría puede ser uno de los agraciados, y eso lo reconforta, porque José Martí decía que “Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad”.
Colaboración Ana María Sabat y Jalioski Ajete
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