Luego de muchos meses regresaron a sus aulas para continuar los deberes escolares y alimentar su saber, en las aulas el aprendizaje y en las áreas libres de nuevo la algarabía.
Se cumple al fin el sueño: nuevos amigos por hacer y conocimientos por aprender para seguir adelante y en el patio de formación y juegos, el pequeño Javier colocó junto al busto martiano un ramo de flores de mar pacífico rojo, para homenaje al Apóstol.
Amanda reía feliz al reencontrarse con sus amigas y Luís David confesó a su maestra Amparo, que extrañaba sus regaños cuando habla tanto en clases.
Momentos similares de encuentros y sonrisas fueron comunes en todos centros educacionales pinareños. Era un momento esperado, más seguros y protegidos contra el coronavirus. Gracias a los científicos cubanos, que regalaron a Soberana y Abdala, retornaron los niños a las escuelas.
Cuidarse entre todos, palabra clave en voz de padres y educadores, para seguir forjando el futuro desde la sonrisa y la curiosidad de los pequeños.
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