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El aislamiento social obligatorio cambió la rutina de la vida diaria en nuestro país como en el resto del orbe. Muchas viviendas vacías, cerradas y silenciosas la mayor parte del día, ahora sienten el peso de la familia, que para protegerse de la Covid-19 deben quedarse en en ella. Ahora la convivencia pacífica y la comprensión se imponen para vencer el reto que representa la enfermedad en todas sus aristas

Para un núcleo familiar de cinco personas puede resultar tan difícil como llevadero.

En el hogar de Yindra García Martínez, en el Consejo Popular La Sabana, al norte de Minas de Matahambre, se respira un ambiente a tono con las circunstancias.

"A mis hijos les gusta jugar con los demás niños del barrio, pero ellos ya son grandecitos y entendieron que para no contagiarse con la enfermedad lo mejor era no salir de la casa.

Al principio fue un poco aburrido para ellos, pero ya después se entretenían mucho con la programación de la televisión y cuando comenzaron las teleclases, se les ocupaba más el tiempo.

Aunque tengo muchos quehaceres en la casa trato de dedicarles tiempo, a veces los acompaño a ver alguna película y les explico cosas que ellos no entienden.

Así mismo con las teleclases les ayudo cuando tienen dudas y conozco el contenido"

Para Luís Manuel y María Claudia, ambos adolescentes, con los ojos puestos más en lo de afuera, que dentro de la casa, (frase que alude al sentir de los niños cuando están dejando de serlo y les atrae en gran manera el mundo exterior), se adaptan a las circunstancias, siempre con la añoranza de volver a sus medios habituales.

Máxime cuando lo que pareciera vacaciones, no lo es, sino sólo encierro.

"Extraño la escuela, mis amiguitos. Cuando dijeron que iban a dar las clases por televisión sentí curiosidad. Me preguntaba cuando tuviera una duda como podría saber si no tenía el maestro para preguntarle.

Pero, las entiendo y a veces cuando lo necesito mi mamá y mi hermana me ayudan. La que más me gusta es la Lengua Española porque la comprendo bien".

Asegura el niño de 10 años convencido de que no queda otra alternativa para terminar el curso y graduarse de su quinto grado.

Por su parte María Claudia, dos años mayor ansía volver a encontrarse con sus compañeras de aula y conversar de todas esas cosas que las adolescentes hablan, entre ellas y que no les gusta que sus mayores escuchen.

Los dos sienten respeto y cariño por su abuelo Fermín, a quien la convivencia permanente con sus nietos no parece alterarle la tranquilidad, ni aún con las actitudes de inconformidades que a veces puedan tener, características de su edad.

"Los niños son bastante tranquilos, educados y receptivos cuando se les llama la atención, no hay problemas con ellos"

El ambiente familiar se extiende fuera de las fronteras del hogar. Luís Alberto se mantiene activo en su vida laboral. Está alejado de la familia por 14 días, pero no pierde el vínculo con ella, mucho menos ahora que la preocupación por la Covid-19 tiene en vilo a todos.

Ahora más que nunca se ha dado cuenta cuanto han crecido sus hijos.

"Trabajo en Matanzas, los turnos son de 10 días normalmente pero ahora con las medidas tomadas por esta enfermedad son de 14. Más tiempo allá, pero más tiempo con ellos también cuando vengo.

Ahora como estoy en casa todo el descanso tengo más tiempo de compartir con ellos, sus tareas, me doy cuenta que ya no son niños pequeños, que son adolescentes con sueños".

Esa madurez también la muestran cuando preocupados por su salud le recuerdan que se cuide.

"Cuando estoy en el trabajo nos comunicamos todos los días. Ellos siempre me dicen: Papá cuídate. Yo igual les recuerdo a ellos que no deben salir de casa que obedezcan a su mamá y su abuelo.

Todos tienen la esperanza de que la pandemia pase pronto y con el cumplimiento de las medidas y el mantenimiento correcto de las relaciones interpersonales, aun en el aislamiento, la Covid-19 se habrá convertido sólo en un motivo para fortalecer la convivencia familiar.

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