El eco de una derrota flota en el viento y se expande por el mundo junto a la humareda sobre la frontera colombiano- venezolana, fruto del auto sabotaje que los dadivosos infligieran a su cacareada “ayuda humanitaria”.
Después de la tormenta del 23 de febrero, soportada con determinación monumental por el pueblo, el ejército y la Guardia Nacional Bolivariana, los apocalípticos intentos por culpar al gobierno de Maduro de cada “atentado” ocurrido en la línea divisoria quedaron en eso: intentos.
Ya nadie tiene dudas, incluso, ni los más obcecados porque, en tiempos de agudeza tecnológica, es difícil fabricar mentiras que sobrevivan más de 48 horas.
Hay un video, de esos que se toman con prisa, testigo excepcional de la permisibilidad y las actitudes cómplices: un general de la GNB pide cuentas a la policía colombiana por permitir el desorden. Les llama, hermanos, y les regaña- cual padre que no puede odiar- por no ejercer control sobre la porción fronteriza que les corresponde.
Los gendarmes de Bogotá- se nota- sienten bochorno; hay realidades que no precisan explicaciones. Mientras, la palabra, hermano, se repite una y otra vez, porque eso es lo que son: hermanos, ahora enfrentados en circunstancias apócrifas fabricadas por el poder imperial y la flojera espiritual y política de un presidente que nada tiene de hidalgo y mucho menos de, Duque.
En la OEA, Almagro se rasca las póstulas de su fealdad interior y exterior. Jamás progenitora alguna dio a luz a un ser tan faldero y depravado, solo comparable con los matices exagerados de un personaje ficticio en un libro de héroes y villanos. Él es, lógicamente, el villano.
En la patria de Bolívar festejan la democracia, el ejército prepara los cañones de la libertad, y los hombres del aire vigilan los cielos que les legara El Libertador de Nuestra América; en tierra colombiana, Guaidó, el autoproclamado- sin trono- lame sus heridas e invita al Rubio a invadir. Es fácil fabricar un pelele, solo se necesita aguja e hilos, lo demás viene después, o no viene, porque en esta ocasión, se fueron con la cola entre las piernas.
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